Sables en la FAA

                Sables usados en la FAA. (Fotografía DEH)

Un elemento del ceremonial simbólico en los cuadros de la Fuerza Aérea son los sables. Detallaremos los usados en la institución en distintas jerarquías.

CADETES

Los Cadetes de la Escuela de Aviación Militar cuando reciben el uniforme en primer año se les entrega una réplica de la tercera parte del sable corvo del Gral. San Martín.

ALFEREZ
En la ceremonia de egreso los alféreces reciben el sable y  desde este grado a comodoro utilizan en su uniforme de gala el sable modelo alemán 1910 adaptado.

SUBOFICIALES MAYORES

Sable modelo alemán 1910 adaptado. (JOS)

En el caso de los suboficiales principales desde 1972 cuando ascienden al grado máximo de su jerarquía también reciben el sable modelo alemán 1910 adaptado.

Detalles del sable modelo alemán 1910 adaptado.

                                           Empuñadura (JOS)

           Sable con la inscripción de FAA en su hoja. (JOS)

                 Grabado en su hoja el Escudo Nacional. (JOS)

Los sables vienen acompañados de su vaina y dragona. Se observa además el primer brevet histórico de la Aviación Militar de la República Argentina.

BRIGADIERES

 Sable símil corvo del Gral. Belgrano (Fotografía INB)

En el caso de los Brigadieres, reciben en una ceremonia especial de parte del presidente de la Nación el sable corvo de 103 cm réplica del usado por el Gral. Manuel Belgrano.

EJERCITO ARGENTINO

Entre tanto en la actualidad el Ejercito Argentino se usa el sable alemán 1910 desde el grado de Sargento Ayudante hasta el grado de Coronel, sin tener ninguna modificación para distinguir el de oficiales al de suboficiales. 

Un detalle a destacar de los Sables usados en el Ejercito de Sargento Ayudante a Coronel llevan la inscripción en su hoja 
"Sean eternos los laureles"

Una vez alcanzado el grado de Generales, le entregan un símil Sable corvo de San Martín.

ARMADA ARGENTINA
     Sable que reciben los Suboficiales Segundos en la Armada.

Por su parte en la Armada Argentina lo reciben de Suboficial Segundo (equivalente de Sargento Segundo para el Ejercito y Suboficial Auxiliar para FAA).

Por su parte, los oficiales de la Armada lo reciben cuando egresan de Guardiamarina y luego de Contraalmirante una réplica símil del sable del Almirante Guillermo Brown.

GENDARMERIA NACIONAL





Recopilación y textos:
 Jorge O. Sacchi

Fuente consultadas: 

Instituto Nacional Belgraniano. INB

Dpto Investigaciones Históricas. Museo Morón. FAA

Dirección de Estudios Históricos. DEH FAA

SM (Ret) Roque Giaquetti. ARA

Escuela Aviación Militar. EAM

Comité Superior de Normalización de Armamento y Explosivos. Sable para Oficiales y Suboficiales Superiores del Ejército Argentino, modelo 1910 

Entrega de sable del Liceo Naval Militar.

📸 Compartimos las imágenes de la ceremonia por el 9 de Julio, realizada en la plaza de armas del Liceo Naval Militar “Almirante Storni”, en conmemoración del 208° aniversario de la Declaración de la Independencia Argentina. 🇦🇷

El acto fue presidido por el Sr. Director, Capitán de Navío Martín Rodolfo Lucero, acompañado por la comunidad educativa.

Durante la ceremonia se hizo entrega de la Espada de Mando al Suboficial Segundo Ángel Fabián Guanuco, como reconocimiento a su compromiso, trayectoria y vocación de servicio.

Para finalizar, el Cuerpo de Cadetes adoptó el dispositivo de desfile en honor a la Patria, renovando los valores de disciplina, respeto y pertenencia.

📷 Ph: Mía Monaje 
@miamonaje_

 
UNA CEREMONIA LLENA DE SECRETOS.



Algunos dicen que fue el 15, otros el 16 (de junio de 1982). Acuerdan que fue posterior a la rendición. Seineldín ordenó a un capitán de logística juntar los sables de los oficiales de su unidad y los hizo llevar al aeropuerto. Luego de realizar una formación en la que se arrió la bandera del Regimiento, a un oficial le cupo la tarea de recortarle el sol.
También se le separó el escudo nacional y la moharra, que es la punta metálica que coronaba el asta.

Luego de realizar una formación en la que se arrió la bandera del Regimiento, a un oficial le cupo la tarea de recortarle el sol, el escudo y quitar la moharra. Hoy estos objetos se guardan en el museo del Regimiento 25 en Colonia Sarmiento, Chubut.

Cuando tuvieron todos los sables, fueron cubiertos con el paño de esa bandera sin sol. Luego los envolvieron en un plástico al que ajustaron con cinta de embalar. Seguidamente, con una manta se arrolló ese paquete y repitieron el procedimiento de la cinta. Una vez realizada esta tarea, lo ajustaron dentro del recipiente usado para transportar munición de 105 milímetros. El recipiente se selló con cinta y posteriormente se envolvió en plástico, que volvió a ser asegurado de la misma manera. Todo fue introducido en un cajón de munición y vuelto a cubrir con plástico asegurado con más cinta.

Los soldados del Regimiento 25 escogieron un lugar secreto en las islas para enterrar los sables y la bandera. Allí juraron volver para recuperar las islas y los objetos que quedaron en la turba malvinense.

Escogieron un lugar de las islas que los testigos a lo largo de los años lo visitaron y que aseguran que está tal cual lo dejaron en junio de 1982. Su localización exacta aún se mantiene en el máximo secreto.

Allí Seineldín, junto a algunos de sus oficiales, enterraron ese paquete en una suerte de ceremonia muy reservada. Alrededor del pozo que habían cavado, les hizo juramentar que sus hijos o bien sus nietos serían los encargados de regresar a las islas a desenterrarlos para volver a recuperarlas. 
"Tienen la obligación de hacerlo…", insistó. 
Y taparon el pozo.

Por Adrian Pignatelli




Juan Gregorio de Las Heras: El general que nunca retrocedió


No hizo discursos. No buscó laureles. No alzó la voz. Pero cuando todo se venía abajo, él se quedaba. Apretaba el sable con los dientes, si era necesario. Así era Juan Gregorio de Las Heras, el tipo que cruzó los Andes empujando cañones mientras se le congelaban los huesos y se le agrietaban las botas, pero no el alma.

En Cancha Rayada, cuando el ejército patriota salía disparado como hormigas con agua hirviendo encima, él se plantó. Tenía 3.500 hombres. Salvó los cañones, salvó las banderas, salvó la vergüenza. Y mientras todos hablaban de desastre, él hacía cuentas: cuántos vivos quedaban para seguir peleando. Por eso San Martín lo miró con esos ojos de los que han visto la muerte de cerca y le dijo sin decirlo: “Nos salvaste.”


Nunca perdió una batalla. Lo repito para los que no escuchan: nunca perdió. Lo hirieron en Chillán, en Talcahuano, en Maipú, pero seguía. Jamás pidió un descanso. Jamás un elogio. Y cuando lo hicieron gobernador de Buenos Aires, firmó tratados y organizó guerras con la misma seriedad con la que cargaba un fusil. Pero la política le daba asco. Así que un día dijo basta y se fue.


Cruzó los Andes por última vez. Sin uniforme. Sin soldados. Con el cuerpo vencido, pero la dignidad intacta. En Chile lo recibieron como lo que era: un héroe. Fue refugio de exiliados. Compartió vino y silencio con Sarmiento, con Mitre. Y un día, ya viejo, le dijo al presidente chileno que se quería retirar. “Usted no se va —le dijeron—, el ejército no puede prescindir de usted.” Y no se fue. Ni entonces.


Murió en 1866. En silencio. Como vivió. En 1906, la patria que ayudó a parir lo trajo de vuelta. Ahora duerme junto a San Martín. El sable que nunca soltó descansa con él.


Si alguna vez se te cruza por la cabeza qué es un héroe de verdad, pensá en Las Heras.


Y callate. Porque los hombres como él no gritan. Hacen.


lee el artículo completo en https://www.robertoarnaiz.com/post/las-heras-el-general-que-nunca-retrocedi%C3%B3


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EL SABLE PARA ESC. SUBOFICIALES SARGENTO CABRAL





El sable del Ejército Argentino carecería de valor en sí mismo, si no fuera por su significado intrínseco y por el cual se constituye en un símbolo de mando.

El puño simboliza la verdad y lleva acuñado en su pomo el Escudo Nacional.


El guardamano ofrece la misma curvatura, de origen morisco, escogida por el General San Martín y representa el equilibrio, justicia y paz.


En el nacimiento de la hoja están “Marte”, Dios de la guerra en el reverso y “La Libertad” en el anverso.


La hoja, de acuerdo con nuestro Himno Nacional, lleva inscripta con caracteres indelebles “Sean eternos los laureles”.


La dragona, con cinta de lazo corredizo, para poder ser ceñido a la muñeca al desenvainar, cinta dentro de la cual una vez extendida cabe la cabeza de un hombre. 


Traduciéndose en:


“Siempre que desenvaines tu sable, empuñando la verdad y teniendo al Escudo Nacional como divisa, en defensa de nuestra libertad, aunque te empeñes en la guerra, las más caras y gloriosas tradiciones nacionales te protegerán la mano. Tuya será la victoria y eternos serán los laureles, pero piensa que atado a tu muñeca llevas un juramento prendido que te recuerda: más vale morir ahorcado que traicionar a la Patria.”. Fuente ESSC


⚔️ EL SABLE DE SAN MARTIN A ROSAS⚔️



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En 1844, en su exilio en Boulogne-sur-Mer, José de San Martín escribió su testamento. Entre papeles íntimos, dejó una cláusula que retumbó en la historia: “El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia será entregado al general de la República Argentina don Juan Manuel de Rosas, como prueba de la satisfacción que, como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la Patria contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla.”


¿Por qué Rosas? Porque nadie entendió mejor que él la continuidad de la causa. Desde 1838 hasta 1845 enfrentó lo que parecía imposible: primero el bloqueo francés, después el anglo-francés, al mismo tiempo la guerra civil con los unitarios, la presión de Montevideo sostenida por Rivera y Brasil, las intrigas diplomáticas de Londres y París, las conspiraciones internas, la amenaza chilena en el sur. Era la Patria rodeada por todos los flancos.


Rosas resistió con lo único que tenía: cadenas en el Paraná, disciplina política, firmeza diplomática. Encadenó el río como San Martín había cruzado los Andes. Y esa terquedad fue la que San Martín reconoció: la misma continuidad en la defensa de la soberanía, el mismo pulso de acero contra los poderosos.


El sable corvo no era un objeto cualquiera. Había estado en Chacabuco, en Maipú, en el cruce de los Andes, en la campaña del Perú. Legarlo a Rosas fue más que un homenaje: fue declarar que la independencia no se había terminado en 1817, sino que se prolongaba en las barrancas del Paraná.


San Martín, con la claridad del que mira desde lejos, vio lo que muchos no querían ver: Rosas sostenía, solo y contra todos, la continuidad de la revolución. Por eso el sable fue a él.


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